sábado, 19 de diciembre de 2015

Reflexiones


 Quisiera dedicar una pequeña entrada a mi experiencia en Sudáfrica, ya que la encuentro estrechamente ligada al proyecto personal en relación con el SIDA. Para contextualizar un poco la experiencia, resumo brevemente el programa: se trata de un viaje de voluntariado para jóvenes organizado por Pandora, Asociación para la Integración y Progreso de las Culturas, viajé junto con otro grupo de seis jóvenes voluntarios con los que compartir y contrastar los aprendizajes adquiridos. Llegamos el sábado 4 de julio y volvimos a finales del mes. Cada uno se alojaba en familias diferentes de Ciudad del Cabo (capital legislativa de Sudáfrica y su segunda ciudad más poblada después de Johannesburgo), más concretamente, estamos viviendo con familias musulmanas en Bo-Kaap, un barrio lleno de color y culturas diversas.

   Ayer por la tarde, mis compañeros y yo nos enfrentamos a un conflicto que requirió trabajar de manera colaborativa. Se trataba de una chica que se cayó al suelo, rasgándose la rodilla. Con indicaciones de la monitora española, me puse unos guantes de látex para desinfectar la herida. Aunque parezca un detalle insignificante, es algo que me llamó la atención. Esto me llevó a preguntar hasta que descubrí que era muy probable que alguno de los chicos con los que trabajábamos padeciera SIDA, ya sea por contacto directo con la sangre de otra persona infectada (lo que nos llevó a usar los guantes para curarla) o debido a que las madres lo padeciesen al estar embarazadas. Por ello, debimos tener muy en cuenta el contexto socio- económico de las familias de Bo-Kaap, lo que considero un factor determinante para la enfermedad. En los días que llevamos aquí, los niños tienen vacaciones en el colegio, por tanto, en colaboración con la BO KAAP CIVIC ASSOCIATION (BKCA) ayudaremos en el programa de Ocio y Deporte durante las vacaciones; lo que en otras palabras viene a ser una guardería en la que hacemos compañía y supervisamos a los jóvenes de BO- Kaap. 

   Asimismo, intenté preguntarles a algunos de los miembros de la familia de acogida con los que me sentía más cercana, ejercitando la escucha activa para tratar de entender las distintas perspectivas. Prudentemente, les consulté sobre su opinión sobre el SIDA; la hermana más joven y su amiga (de 12-13 años) tan sólo sabían que era una enfermedad grave que causaba muchas muertes, pero no supieron identificar las causas y la propagación de la misma. De nuevo, hice un acopio de valor y les pregunté al hermano y a la hermana más mayores (16-20 años respectivamente), solo entonces me di cuenta de la estigmatización a la que se veían sometidas las personas con SIDA, ya que en la conversación se mostraron reacios a participar tan activamente como habían hecho hasta entonces, e incluso mencionaron que habían muchos prejuicios hacia los hombres homosexuales (a los que consideraban “moralmente” culpables). 


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